5 de junio de 2015

Elizabeth Short "La Dalia Negra"


       La fascinación por el crimen de la Dalia Negra (Black Dahlia) tiene su núcleo en las exóticas mutilaciones a las que la víctima fue sometida, es casi imposible encontrar casos similares. El cuerpo desnudo, encontrado por casualidad en un terreno baldío de Los Ángeles, había sido cortado en dos por la cintura. Estaba sin sangre y faltaban algunos órganos. Además de múltiples signos de tortura, una grotesca herida destacaba del resto: las comisuras de la boca habían sido cercenadas, creando el efecto de una eterna y macabra sonrisa.


Biografía



     La vida de Elizabeth Short fue breve y angustiante. Nació el 29 de julio de 1924 en el seno de una esforzada familia de Massachusetts, era hija del matrimonio de Cleo Short y Phoebe Mae Sawyer, padres de otras cuatro hijas, que regentaban un modesto negocio de minigolf que quebró con la Depresión del 29. Su infancia transcurrió con normalidad hasta que un suceso alteró su vida y la de su familia: su padre desapareció un día de 1930, presumiéndose su muerte por suicidio cuando fue encontrado su coche junto a un puente.


      Aquejada de asma, pasó sus veranos en Medford e inviernos en Florida, donde disfrutaba de un clima benigno. En Florida consiguió su primer trabajo como camarera, y allí se percató de que resultaba atractiva a los hombres. Tiñó su pelo de negro azabache y cuidó su vestuario, procurando que fuese elegante y glamuroso. En los años cuarenta Hollywood se había convertido en la tierra de las oportunidades para jóvenes que aspiraban a ser actrices y, sobre todo, a ser estrellas. Elizabeth también soñaba con poder brillar algún día en el firmamento hollywoodiense, y para poder hacerlo el destino le dio una inesperada oportunidad.

     Si sorprendente fue la desaparición de Cleo Short, su reaparición dejó estupefactos a todos. Al parecer, había fingido su suicidio para poder empezar una nueva vida, ya que tenía muchas deudas. Con su nueva identidad, logró un trabajo en California en un astillero y al cabo de los años, cuando se encontraba establecido, se puso en contacto con su familia. Aunque su mujer no le perdonó y se negó a reunirse con él y mucho menos a reconciliarse, Elizabeth vio la oportunidad de trasladarse a Hollywood.


      A los 19 años de edad fue a Vallejo, California, a vivir con su padre. La emocionante reconciliación que ocurriría en las películas no tuvo lugar en este caso: Cleo esperaba que su hija fuese poco más que su criada, y Elizabeth no había ido allí para hacerle a su padre la cama y la comida. Así, tras muchas discusiones, la hija abandonó el hogar del padre pródigo. Se trasladó a Santa Bárbara, donde fue detenida el 23 de septiembre de 1943, por beber siendo menor de edad y fue devuelta a Medford por las autoridades juveniles. 

 

      Tras una temporada en la casa materna en Massachussetts, Elizabeth se trasladó a Florida donde conoció al principal Matthew M. Gordon Jr., quien era parte de la 2ª Comandancia aérea y capacitación para el despliegue en el CBI (China - Birmania - India) teatro de operaciones. Short le dijo a algunos amigos que Gordon escribió una carta desde la India proponiéndole matrimonio mientras se recuperaba de un accidente aéreo que sufrió cuando trataba de rescatar un piloto derribado. Ella aceptó su propuesta, pero Gordon Jr. murió en un accidente el 10 de agosto de 1945, antes de que pudiera regresar a los EE.UU. 


      En julio de 1946 regresó al sur de California para encontrarse con un viejo novio que conoció en Florida durante la guerra, el Teniente Gordon Fickling, que estaba viviendo en Long Beach. Gordon no pudo soportar los constantes flirteos de Beth con otros hombres. Seis meses antes de su muerte, residió en el sur de California, principalmente en el área de Los Ángeles. Durante este tiempo, vivió en varios hoteles, edificios de apartamentos, casas de alojamiento, y casas privadas, nunca quedándose en cualquier lugar por más de un par de semanas.

     Estar tan cerca del lugar donde supuestamente se haría famosa y no poder acceder al selecto grupo de personas que viven dentro de la burbuja dorada que envuelve a Hollywood, la deprimía y le hacia tomar decisiones impulsivas. Poco a poco, Elizabeth Short se fue dando cuenta de que no iba a cumplir su ilusión de dedicarse al cine y mucho menos de triunfar en él; su vida se convirtió en un constante frecuentar los night clubs de la ciudad, coqueteando con hombres que la invitaban a copas, a cenar y le compraban regalos caros.




Muerte


     Aunque el clima de Los Ángeles es benigno, esa era una mañana triste, gélida y lluviosa. El 15 de enero de 1947, bien abrigada, una ama de casa llamada Betty Bersinger se dirigía al zapatero empujando el cochecito de su hija de tres años cuando se percató de que en el solar junto al que caminaba, situado entre la calle Coliseum y la calle West 39, distrito de Leimert Park, se encontraban dos fragmentos de un maniquí esparcidos por el terreno baldío. Bersinger pensaba mientras lo miraba en lo parecidos que hacían esos maniquís a los cuerpos humanos cuando de repente se percató de algo que la horrorizó y la hizo salir despavorida del lugar: lo que había tirado en el solar era el cuerpo de una mujer de carne y hueso, un cadáver.


     Los patrulleros Frank Perkins y Will Fitzgerald fueron los primeros policías que llegaron al lugar indicado por la histérica Bersinger por teléfono, y quedaron tan espantados como ella con lo que se encontraron: se trataba del cuerpo de una mujer joven, que había sido desangrado hasta la última gota y eviscerado, después de ser seccionado por la mitad a la altura de la cintura. Marcas de ligaduras en tobillos, muñecas y cuello podían advertirse fácilmente, y Perkins y Fitzgerald comprobaron entre el horror y la sorpresa que el cadáver había sido bañado y su cabello teñido después de muerta, de color rojizo, probablemente con brea, habiéndosele hecho también a la joven la manicura. Su rostro había quedado destrozado a causa de los golpes, posiblemente con un bate de béisbol o un objeto parecido. Las comisuras de sus labios habían sido rasgadas, lo que le provocaba una grotesca sonrisa de payaso. Uno de sus pechos aparecía lacerado y se apreciaban quemaduras de cigarrillo en todo el cuerpo, así como mutilaciones, escarificaciones y hematomas. La tierra bajo el cadáver estaba húmeda por el rocío matutino, así que se dedujo que llevaba allí poco tiempo.



       La autopsia reveló que la fallecida tenía los órganos sexuales atrofiados, una malformación que la imposibilitaba para tener relaciones sexuales completas. Asimismo, determinó que medía 1.65m y pesaba 52 kilos. Tenía los ojos azules, el pelo castaño y la dentadura dañada, con empastes caseros hechos con cera. Había marcas de ligadura en sus muñecas, tobillos y cuello. La autopsia determinó que “había muerto debido a una hemorragia producida por un fuerte golpe que le causó un severo traumatismo cerebral y por las laceraciones del rostro”. Le habían extirpado el pecho derecho y también tenía cortes muy profundos en forma de X en sus miembros y zona pélvica. En su frente habían grabado la letra "B" y faltaban otros trozos de su cuerpo. Había sido además sodomizada y sometida a todo tipo de abusos sexuales, había sido violada post-mortem, desangrada y además, le habían introducido hierba y el trozo de rodilla que le faltaba en su vagina, en su estómago se encontraron excrementos humanos. Posiblemente durante largo tiempo había estado colgada de los tobillos y boca abajo. Los investigadores y los forenses, muchos de ellos muy experimentados, nunca habían visto nada parecido. Según la autopsia, aquella joven, que no parecía tener más de veinte años, había sufrido esa espeluznante tortura durante 72 horas en las que permaneció cautiva.









  


Indagaciones


     Los inspectores Harry Hansen y Finis Brown fueron designados para llevar a cabo la investigación. Su primera tarea fue averiguar la identidad de la infortunada joven. El FBI tenía millones de huellas dactilares registradas y sólo había que cruzarlas con las de la víctima. En contra de lo que pensaban los más pesimistas hubo suerte. La víctima estaba fichada. Hansen y Brown comenzaron la investigación interrogando a todos los amigos y conocidos de Elizabeth. Asimismo, doscientos cincuenta oficiales realizaron entrevistas puerta a puerta en los alrededores del solar donde fue hallado el cadáver, pero no encontraron ninguna pista fiable. Además, el caso había tenido mucha repercusión y muchas personas se dirigían a la Policía con información que o era falsa o era irrelevante e inútil. Los agentes se vieron obligados a atender miles de llamadas de gente. A veces se trataba de perturbados, otras veces bromistas o personas con afán de notoriedad. También había gente que delataba a algún conocido, pero estas delaciones solían ser fruto de rencillas personales y venganzas.

     La primera persona que fue interrogada fue Robert ‘Red’ Manley, un joven comercial recién casado al que Elizabeth había conocido poco antes. El 9 de enero, Red la llevó a la estación de autobús, donde dejó su equipaje. Según ella, iba a viajar a Berkeley para quedarse con su hermana, pero antes tenía una cita en el Hotel Biltmore. Elizabeth no quiso decirle a Manley con quien se había citado. El recepcionista del Biltmore se fijó en ella mientras se encontraba en el lujoso vestíbulo del hotel. Al cabo de un largo tiempo de espera, vio como una triste y decepcionada Elizabeth abandonaba el lugar. Nunca más fue vista con vida.


   La falta de pruebas, sin embargo, hizo imposible acusar del crimen a ninguno de los sospechosos.  Además de Red Manle, que superó la prueba del polígrafo y del pentotal sódico, se barajaron varios nombres:  Mark Hansen, propietario de una agenda que fue enviada al Examiner; George Hodel, médico, que sería acusado en 1949 de abuso de menores por su hija de 14 años, lo que hizo que se investigase su relación con el caso de Elizabeth; Walter Bayley, también médico; Jack Anderson Wilson, alcohólico y delincuente habitual. 

     Se habló también de que el asesino fuese una mujer, celosa de unos hipotéticos devaneos de Elizabeth con su hombre, y que el hecho de que fuese partida en dos se debió a que resultaba más fácil para una mujer trasladarla así. No se llegó a ninguna parte barajando esta posibilidad, como tampoco con las sospechas, un tanto burdas y delirantes, que se señalaban a celebrities como Orson Welles, Bugsy Siegel y Woody Guthrie. La frustración que había provocado la infructuosa investigación calentó las mentes más imaginativas.

El Mito


     El 23 de enero, una semana después del descubrimiento del cadáver de Elizabeth, los investigadores vieron una luz al fondo del oscuro túnel que estaba siendo el caso Short. Una voz, que la telefonista del Diario Examiner no pudo determinar si era de hombre o de mujer, dio algunos datos que sólo el asesino podía conocer – y que se habían ocultado a la opinión pública, para poder descartar a las personas que se autoinculpasen falsamente-. Asimismo, el anónimo comunicante anunció que iba a enviar algunos objetos pertenecientes a la fallecida.

     Y así fue como llegó a la redacción del Examiner un sobre sin remitente con las pertenencias personales de Elizabeth Short, incluyendo fotos, su certificado de nacimiento, un resguardo de autobús y una agenda, con el nombre Hansen en la tapa, con muchos nombres y direcciones a la que le faltaban varias páginas. El sobre y el contenido estaban impregnados de gasolina, un método escasamente sofisticado pero eficaz para evitar dejar huellas dactilares. Después de este envió de pertenencias de Elizabeth, nunca más se tuvo ninguna pista fiable sobre su asesinato.




      Fallecida Elizabeth nace el mito de la Dalia Negra, el nombre, variación de La Dalia Azul, una película de la época, con el que al parecer se la conocía debido a su afición a vestir de negro. Es el mito de una chica soñadora y anhelante de amor, a la que el destino había golpeado duramente y que buscó en el cine, en el público, el cariño que sus allegados le habían negado. Sus ilusiones no se cumplieron, y los últimos meses de su vida fue un deambular por sórdidos locales de alterne y clubes de mala muerte, perdida y con la tristeza que provoca la certeza de la imposibilidad de cumplir sus sueños.

        Short fue enterrada en el Cementerio Mountain View en Oakland, California. Después de que sus otras hermanas crecieron y se casaron, la madre de Short se mudó a Oakland para estar cerca de la tumba de su hija. Phoebe Short finalmente regresó a la Costa Este en la década de 1970 y vivió hasta la edad de 90 años.





"De manera peculiar consiguió un poco de lo que quería: Fama. Fue el caso de asesinato más famoso en la historia de Los Ángeles."


Fuentes [1] [2] [3] [4]